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Nemesia y el poeta
La historia de Nemesia Rodríguez Montano está marcada por el dolor que le causó a ella y a su familia la invasión mercenaria en abril de 1961
Autor: Ventura de Jesús | corresponsales@granma.cu
30 de marzo de 2016 22:03:10
La imagen de los zapaticos blancos traspasados por la metralla tocó la sensibilidad del escritor. Foto: Yander Zamora
CIÉNAGA DE ZAPATA, Matanzas.—La historia de Nemesia Rodríguez Montano está marcada por el dolor que le causó a ella y a su familia la invasión mercenaria en abril de 1961. Y aunque el tiempo redime un tanto el recuerdo de los dramáticos sucesos, ella sigue viendo por todas partes la presencia ineludible de su madre.
No puedo olvidarla, dice con la mayor naturalidad, y asegura que no es el drama de los muertos, “es que su memoria me trae recuerdos de la infancia y también mucha tristeza, sobre todo cuando se acerca el mes de abril”, admite la humilde cenaguera, aferrada a envejecer y morir en su natal Ciénaga de Zapata.
Algo bueno en esa tormenta recurrente es la evocación de una persona bondadosa, que en aquellas horas señaladas por la tragedia se impuso un receso como periodista para consagrarse a escribir quizá su mejor poema: Elegía de los zapaticos blancos.
“Conocí a Jesús Orta Ruiz, el Indio Naborí, en un momento muy triste y su ternura quedó grabada para siempre en mi memoria. Lo recuerdo como un hombre derecho y de buen corazón, y con el tiempo supe que él sentía especial afecto por las personas humildes, sencillas”.
“Conocí a Jesús Orta Ruiz en un momento muy triste”, cuenta Nemesia. Foto: Yander Zamora
La trágica historia de Nemesia y su familia, víctimas del bombardeo que alcanzó el camión donde se evacuaban, dio origen a un poema que con estremecedora belleza ofrece las consecuencias de la invasión, sin dudas la mejor crónica sobre los sucesos de Girón, uno de los acontecimientos más publicitados y sobre el que se han escrito cientos de artículos y libros.
La imagen de unos zapaticos blancos traspasados por la metralla tocó la sensibilidad de quien era ya un reconocido periodista y escritor, que con apasionado sentido de la solidaridad humana entendió enseguida que había algo más impactante que la narración del drama.
Cuenta Nemesia que algunos años más tarde supo por el propio Naborí las circunstancias que matizaron su encuentro con el renombrado poeta. Asegura que fue Celia Sánchez quien le pidió a Naborí, conocedor profundo del género humano, que contara en una crónica lo ocurrido con su familia, víctima del brutal ataque.
“Cuando El Indio llegó a la terminal de Jagüey Grande le señalaron el camión de mi papá, que había sido pintado de rojo y llevaba en letras amarillas la sigla INRA (Instituto Nacional de Reforma Agraria). En la cama del camión encontró los zapaticos blancos atravesados por la metralla mientras escudriñaba y hacía fotos a los escombros.
“Con ellos se apareció en la casa donde yo me encontraba junto a mi hermana herida, justo detrás de la funeraria del pueblo. Ya habíamos enterrado a mi mamá y yo lloré sin consuelo al ver además mis sueños rotos, aquellos zapaticos que tanto me ilusionaron.
“Conversó conmigo largo rato y me hizo muchas preguntas. Para tratar de calmarme suplicó que le contara sobre mis sueños de niña y fue entonces que conoció los pormenores de mi obsesión por los zapaticos blancos, que mi mamá solo pudo comprarme luego del triunfo de la Revolución, justo en abril de 1961; los vi tan lindos que no encontraba ocasión ni lugar para estrenar.
“Mi papá llegó a la casa y dijo que recogiéramos lo imprescindible que había una invasión y debíamos trasladarnos a Jagüey Grande. A mis 13 años de edad yo no tenía la menor idea de lo que era una invasión; de todas maneras, eché la mejor de mi escasa ropa y mis zapaticos blancos.
“En el camino un avión ametralló el camión de mi papá, donde íbamos todos, y mató a mi mamá e hirió a dos hermanos y a mi abuelita. Un testimonio más o menos así debí contarle al poeta, quien al llegar a La Habana le contó a su esposa: ‘¡Ay, Eloína!, creo que no voy a cumplir con el encargo de Celia, pues tengo algo en mente y debo escribirlo esta misma noche’”.
Y así nació Elegía de los zapaticos blancos, tal vez la nota más alta y humana contada sobre los sucesos de Girón.
En gesto generoso, El Indio y personas allegadas le compraron a la niña Nemesia un par de zapatos en la tienda Fin de Siglo, en La Habana.
“Después de sucesivas negativas acepté por agradecimiento y para no parecer demasiado grosera. Los guardé y los tuve mucho tiempo, pero nunca fue igual.
“Él vino a verme en varias ocasiones a Soplillar. Fue un amigo cercano a la familia y a quien quisimos mucho. Una vez organizamos una canturía en casa y lo invitamos. Ya para entonces estaba ciego y mis hermanos y yo le obsequiamos una décima. Él se puso muy contento y dejó ver su naturaleza de hombre bonachón”.
Por lo mucho que los cubanos hemos oído hablar de Nemesia, quizá alguien piense que se siente una mujer importante.
Pero no es así, es la misma campesina de siempre, que sigue viviendo en un hogar humilde en el interior de la Ciénaga, eso sí, colmada del cariño y la admiración de su pueblo.
—¿Y qué me dices de Fidel?
—Nadie me conoce mejor, sabe que soy una mujer franca y orgullosa de su Revolución. Verlo así, luchando todavía, me da mucha fuerza y optimismo para vivir y continuar defendiendo los mismos ideales.
Marzo de 1961: un mes colmado de agresiones y provocaciones
Hace 55 años
A pesar de la ocurrencia de atentados y provocaciones, la Revolución continuó adelante
Autor: Eugenio Suárez Pérez | internet@granma.cu
Autor: Acela Caner Román | internet@granma.cu
30 de marzo de 2016 22:03:54
A pesar de las agresiones la Campaña de Alfabetización continuó su curso. Foto: Tomada del Libro Mil fotos de Cuba
Abocado el país a una inminente agresión militar por fuerzas que se entrenaban en el exterior, en marzo de 1961 los sabotajes y agresiones del gobierno de Estados Unidos contra Cuba se incrementaron y las provocaciones aéreas se multiplicaron. Por lo general, cada día, dos o tres aviones a chorro, procedentes de la ilegal Base Naval en Guantánamo, sobrevolaban nuestro territorio a una altura de 500 pies y en un rumbo de este a oeste. Más de 160 violaciones fueron registradas, incluyéndose entre ellas los helicópteros que salían de esa base, descendían unos minutos hasta posarse en territorio cubano y luego volvían a su lugar de origen.
Eran las semanas cercanas a los días de la invasión mercenaria por Playa Larga y Playa Girón. Las intenciones enemigas iban dirigidas a debilitar nacional e internacionalmente a la Revolución Cubana y crear las condiciones para materializar los objetivos que se habían propuesto.
LAS PRIMERAS AGRESIONES DEL MES
El primero de marzo, la prensa dio a conocer la noticia de que manos enemigas, al servicio del imperialismo yanqui, habían hecho estallar un petardo en los baños del plantel Nobel Academy —sito en 10 de Octubre No. 202, esquina a San Mariano—, con el trágico saldo de nueve heridos, entre los cuales estaba una niña que perdió la visión.
También ese día fue el sepelio del miliciano Máximo Gómez González, vilmente asesinado en Marianao por varios elementos contrarrevolucionarios.
El 2 de marzo, el presidente ecuatoriano José María Velazco Ibarra, reveló que el gobierno de Estados Unidos había condicionado la concesión de unos préstamos que Ecuador necesitaba para resolver apremiantes problemas, a que su país rompiera las relaciones diplomáticas con Cuba.
Los cubanos conocimos esa noticia mientras aviones piratas procedentes del norte, lanzaban propaganda contrarrevolucionaria en varios lugares del país. Acción que repetirían varias veces durante el mes.
Al siguiente día, elementos contrarrevolucionarios, hicieron estallar una bomba frente al edificio “SUMESA”, en el reparto Altahabana, causando la muerte al joven estudiante de Comercio José María Méndez Marrero.
Como consecuencia de un nuevo acto terrorista, el 8 de marzo, se dio sepultura al miliciano Carlos Rodríguez Borbolla, asesinado cuando custodiaba el almacén de papel de bobina sito en Franco, entre Lindero y Santa Marta. Dos días después, el 10 de marzo, también fue sepultado el miliciano Raúl Silvio Vega, quien murió a consecuencia de las heridas que había recibido, varios días antes, por criminales al servicio de la contrarrevolución.
El 11 de marzo la sesión inaugural del Comité de Libertad de Prensa de la Sociedad Interamericana de Prensa (SIP) tuvo como tema central atacar a la Revolución Cubana y a la agencia Prensa Latina. Manejada por los dueños de los grandes rotativos del hemisferio, la SIP no halló otra fórmula para secundar las presiones norteamericanas que embestir contra Prensa Latina para restarle valor como agencia de noticias.
En la madrugada del 13 de marzo, en típico acto de piratería, un barco procedente de la base norteamericana, atacó con un cañón y ametralladoras de grueso calibre las instalaciones de la refinería de petróleo de Punta Gorda, en Santiago de Cuba. En el ataque murió el marinero cubano René Rodríguez Hernández.
LAS VACUNAS ESTABAN VENCIDAS
Ese día, 13 de marzo de 1961, en la escalinata de la Universidad de La Habana, el Comandante en Jefe Fidel Castro Ruz ofreció detalles acerca de las cínicas declaraciones de Kennedy respecto a un lote de 165 vacunas antipoliomielíticas suministradas a un funcionario cubano por representantes de la Cruz Roja norteamericana en la Base Naval de Guantánamo.
El hecho ocurrió cuando, al producirse un brote de poliomielitis en la ciudad, un funcionario de la Cruz Roja guantanamera, en vez de solicitar vacunas a la Cruz Roja Nacional —y sin consultarlo previamente— solicitó algunas vacunas a la Cruz Roja de la Base Naval. En el momento de la entrega acudió allí una plaga de reporteros y de fotógrafos, y con mucha ceremonia y solemnidad levantaron acta e hicieron una gran algarabía en torno a la vacuna.
Apenas habían pasado 48 horas cuando, en una conferencia de prensa, John F. Kennedy —haciendo un uso indigno y politiquero de aquel hecho—, con voz almibarada declaró que él tenía “una gran simpatía por el pueblo de Cuba, como lo demostraban esas vacunas que había mandado allí. […] lo más ridículo de todo eso —según contara Fidel a los estudiantes reunidos frente al Alma Mater— fue que entretenidos en politiquear con aquellas vacunas, no se dieron cuenta, o no quisieron darse cuenta de que habían mandado unas vacunas que estaban vencidas desde hace tres meses”.[1]
CONTINÚAN LAS AGRESIONES
Las bandas de alzados —que habían proliferado en las zonas el Escambray en espera de la invasión, organizadas por el imperialismo y llevando luto a las familias campesinas con múltiples crímenes—, fueron desarticuladas por la acción revolucionaria de las Milicias y el Ejército Rebelde. El 14 de marzo, el Ministerio de las Fuerzas Revolucionarias publicó un comunicado por el cual dio a conocer que, “de los quinientos hombres aproximadamente que a principio de enero integraban los grupos contrarrevolucionarios divididos en diez bandas, han sido puestos fuera de combate 420, de la siguiente forma: 39 muertos y 381 prisioneros”.[2]
También el 14 de marzo, elementos contrarrevolucionarios de forma sincronizada incendiaron los Ten Cents de las calles Monte y Suárez y Obispo y Habana, ocasionando varios heridos y grandes pérdidas.
El 15, en Trinidad, el miliciano Miguel Rodríguez Rodríguez fue atacado y herido por elementos contrarrevolucionarios.
En su edición del 17 de marzo, el New York Herald Tribune anunció que, en las próximas semanas, se producirían invasiones a Cuba por diferentes puntos de la Isla de manera simultánea. Y, el 18, se dio a conocer otro brutal asesinato en el Escambray, esta vez la víctima fue el campesino Manuel Rodríguez Pozo.
El 21 de marzo, con la explosión de una potente bomba en un auto que estaba estacionado en calle 15 entre 2 y 4, en el Vedado, murieron dos personas, ignorándose si las víctimas estaban dentro o fuera del vehículo, ya que sus cuerpos fueron lanzados a ambos extremos de la acera. Frente al lugar de la explosión radicaba la Unión Sindical de los Viajantes de Medicina, donde se había efectuado un acto de la Federación de Mujeres Cubanas. En el momento de la explosión se hallaban todavía en el lugar numerosas asistentes al acto. Ese día también explotó un petardo en San Nicolás entre San Lázaro y Malecón y otro en el Cerro, en calle Cocos entre Auditor y San Pablo.
En el hotel Biltmore de Nueva York, el 23 de marzo, quedó constituido el “Gobierno Provisional Contrarrevolucionario”, presidido por José Miró Cardona, quien expresó que aspiraba a derogar todas las leyes revolucionarias a fin de devolver a los monopolios extranjeros, a los latifundistas y a los grandes propietarios de fincas cubanas, las propiedades confiscadas por el Gobierno Revolucionario. Era el Gobierno Provisional que Estados Unidos había concebido para tan pronto la brigada invasora de mercenarios ocupase una cabeza de playa, solicitara su apoyo para ocupar el resto del territorio nacional.
También ese 23 de marzo un crucero norteamericano atacó, con fuego de artillería antiaérea, a un avión cubano que volaba a la altura de Imías, en la zona de Guantánamo.
El 29 de marzo se conoció que —en la calle 32 No. 210, en El Vedado—, había sido ocupada una fábrica de bombas y gran cantidad de armas. Asimismo, en el inmueble sito en San Rafael No. 966 entre Espada y Hospital, fueron detenidos varios jefes de grupos terroristas, mientras desarrollaban una reunión para acordar la unificación de las pandillas terroristas.
ARRECIAN LAS AGRESIONES EL ÚLTIMO DÍA DE MARZO
Ninguna de las violaciones y agresiones pueden ser consideradas como hechos aislados. Todas tenían como denominador común destruir la Revolución Cubana, bien provocando el miedo o buscando un pretexto que justificara la agresión ante la opinión pública internacional.
Una de las acciones de más impacto ocurridas el 31 de marzo, fue la criminal provocación perpetrada por elementos contrarrevolucionarios en el parque de Güines, donde las instituciones católicas y los creyentes participaban en la tradicional representación de la Pasión y Muerte de Jesucristo. En plena actividad religiosa, un grupo de contrarrevolucionarios llegó dando gritos y atacando a varios espectadores; otro hizo numerosos disparos desde un automóvil y, para hacer más dramática la situación, lanzaron fósforo vivo cerca del escenario. La rápida acción del pueblo evitó que se produjera un incendio, pero no pudo evitar que se produjeran heridos, algunos de ellos muy graves.
También, ese último día de marzo, a las 13:30 horas, un guardacostas de la Marina de Guerra Revolucionaria interceptó una goleta de Estados Unidos en aguas jurisdiccionales de Cuba y le pidió que le siguiera hasta el puerto de Baracoa con el propósito de aclarar su situación. Poco después llegaron al lugar dos aviones a chorro, los cuales descendieron continuamente sobre el guardacostas. Luego, dos aviones de guerra cuyas maniobras tan cercanas causaron intoxicación de algunos marineros miembros de la tripulación. Media hora más tarde, llegaron otros dos aviones tipo Catalina y, después aparecieron dos destructores norteamericanos que prosiguieron en su intento por amedrentar a la embarcación cubana. La situación alcanzó tal nivel de tensión que —según escribiera el ministro de Relaciones Exteriores Interino, doctor Carlos Olivares en una nota de protesta entregada al embajador de Suiza en Cuba—, “las autoridades cubanas que estaban conociendo del hecho, percatadas del inequívoco propósito provocador de las unidades de guerra norteamericanas, ordenaron al guardacostas cubano que permitiera a la goleta en cuestión proseguir libremente su rumbo”[3] frustrando de este modo un grave incidente de consecuencias imprevisibles.
Gracias que en Palm Beach, Florida, dos altos jefes policiales desbarataron una nueva conjura al desmentir la información de la agencia de noticias norteamericana UPI, en el sentido de que cuatro cubanos tramaban el secuestro de la hija del presidente John F. Kennedy.
A todos estos acontecimientos del 31 de marzo se suma que, coincidentemente, ese día vencía el plazo de la Ley Azucarera contra Cuba, aprobada por el Gobierno norteamericano, la cual concedía poderes extraordinarios al presidente de Estados Unidos para redistribuir las cuotas de azúcar en el mercado estadounidense. John F. Kennedy decidió aprobar una prórroga de la Ley por otros 15 meses y eliminar definitivamente a Cuba como proveedor de azúcar a ese país.
A PESAR DE TANTAS AGRESIONES, LA REVOLUCIÓN NO SE DETUVO
Esos atentados y provocaciones que ocurrían continuamente, no impidieron que avanzara la Revolución. Mientras hombres y mujeres se preparaban para enfrentar militarmente la inminente amenaza de invasión, la primera zafra del pueblo se desarrollaba con la participación de decenas de miles de macheteros voluntarios.
Y la Campaña de Alfabetización, a cuya organización e implementación se dedicaban los mayores esfuerzos, fue priorizada de modo tal que, cuando Armando Hart, entonces ministro de Educación, tuvo que viajar al frente de una delegación cultural por varios países de Europa, Fidel Castro asumió el cargo de ministro de Educación para dirigir personalmente la batalla contra el analfabetismo.
Producción, defensa y alfabetización no se detuvieron a pesar de que en la segunda quincena de abril el pueblo cubano tendría que enfrentar y derrotar a un ejército de mercenarios invasores.
[1] Revolución. 14 de marzo 1961. p. 3.
[2] Revolución. 14 de marzo 1961. p. 1.
[3] Revolución, 5 de abril de 1961, p. 8.